Hola y bienvenidos. Esta vez Explora Natura pone a tu disposición una serie de cuentos e historias para el disfrute de los más pequeños de la casa, considerando oportuna esta ocasión en la que tenemos que permanecer en casa #quedateencasa.
Resulta entretenido y divertido tomar parte de nuestro día para dedicar una lectura a nuestros seres queridos y en especial a nuestros peques. Así que, a partir de ahora no te pierdas las historias de nuestros amigos de la naturaleza que estaremos publicando para compartir contigo. Sin más que preambulo, aqui tienes nuestra primera edición entre cuentos y animales.
Cucharín
Había amanecido uno de esos días de sol tan agradables, que no había ni un solo animalito que no lo estuviese celebrando. Las libélulas paseaban sus plateadas alas por la orilla del lago. Las abejas y mariposas andaban de visita por cada una de las flores de romero que aquella mañana de abril se habían abierto para saludar al día. Un incesante ejercito de trabajadoras hormigas, transportaba semillas hasta su enterrado almacén. Todo parecía ir a las mil maravillas.
¿Todo? ¡todo no!
Un desconsolado llanto venía desde los juncos que nacían bajo el gran sauce. Cucharín, una de las crías de pato cuchara, lloraba sin consuelo. Su madre, se acercó apenada
–¿Qué te ocurre Cucharín? –le preguntó.
Y el joven pato, tomando aire con un gran suspiro y secándose las lágrimas con las plumas de su ala le dijo: –Mamá, soy feo y torpe ¿Por qué?.
–¿Quién te ha dicho eso mi amor? Si eres precioso.
–Qué vas a decir tú, si eres mi madre –le dijo Cucharín. –¿No has visto el pico tan grande que tengo? No es como el de la abubilla, delgado, curvo y elegante.
La madre sonrió –Vamos a ver, tu siempre has dicho que admirabas a los humanos ¿no?
–Si mamá –respondió el joven prestándole atención.
–Pues ellos, a los que tanto admiras, cuando van a comer cogen una cosa parecida a tu pico, una cuchara. Eso quiere decir que a ellos, les parece útil lo que a ti te dio la naturaleza.
El pequeño pato secó las lágrimas de sus ojos. Por un momento había quedado fascinado. Los humanos lo imitaban para comer. Pero, de nuevo, rompió a llorar. –Si mamá, pero soy torpe. ¿Acaso no has visto correr al galgo? Es ágil y veloz.
Mamá pato, acariciando a Cucharín con su pico le dijo: –Es cierto que los galgos son veloces pero, también lo somos nosotros.
–¿Nosotros? –preguntó extrañado.
–Claro hijo mío. Somos capaces de recorrer la misma distancia que el galgo incluso en menos tiempo. Y lo hacemos volando. Podemos además, hacerlo a la vez que disfrutamos del paisaje, viendo las cosas desde el cielo. Además, el galgo es un animal veloz, pero que rápidamente se cansa. En cambio tú, algún día, podrás recorrer distancias enormes. Incluso, podrás recorrer varios países.
Cucharín, algo más animado, dejó de llorar.
–Y que me dices de nuestra voz, tan sólo hacemos “cuak, cuak”, mientras que otras aves, como el ruiseñor, tienen lindos cantos.
De nuevo la mamá de Cucharín sonrió –Es verdad que los ruiseñores tienen un melodioso canto, pero en cambio sus colores son pardos y viven escondidos entre las zarzas, donde nadie los puede contemplar. En cambio, nosotros vivimos en el centro de la laguna, donde todos nos pueden ver. Nuestras plumas son el reflejo de la belleza, sobre todo en los machos, mira a tu padre, que además tiene unos bonitos ojos de color amarillo y un espejo de color verde adorna nuestras alas. Qué más da que sólo hagamos “cuak” si somos animales bellos.
Entonces Cucharín, mucho más animado, tomó una pose elegante y le dijo a su mamá: –¡Tienes razón!
–Claro que sí, hijo mío. Cada uno ha de intentar ser feliz como es, sin envidiar las cualidades de los demás, pues todos los animales han de intentar vivir felices con sus defectos y virtudes.
Cucharín, aleteó feliz y se marchó al centro de la laguna junto a sus hermanos. Ahora estaba feliz.
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