Bienvenidos. Explora Natura hoy se hace presente con otro cuento más de la serie entre cuentos y animales. Disfruta de esta lectura dedicada a los peques de la casa y #quedateencasa.
El regalo de la princesa
El señor mirlo, que era un gran charlatán, había salido por orden del rey del río, su Majestad Don Alcedo I, a pregonar una noticia muy importante. Su hija, la princesa Atis, se casaría con aquel que le llevase el regalo más precioso y original.
Todas las aves conocían la belleza de la princesa, descendiente de los más apuestos martines pescadores, que con sus preciosos colores azules y naranjas, llenaba de vida las orillas del río.
Así que no había nadie de la zona que al oír las palabras del mensajero, no se pusiera a pensar en cual podría ser el regalo adecuado. El verderón, la urraca, la oropéndola, el jilguero… ni uno sólo quería dejar pasar la ocasión de casarse con la guapísima princesa y así, algún día, poder ser los reyes del río.
La princesa, sabía que la tradición así lo mandaba aunque a ella no le interesaba alguien que le ofreciera un gran regalo sino aquel que la quisiera y la respetara.
Un joven Martín pescador, llamado Pedro, llegó a la zona desde una laguna cercana.
–Aunque a mí no me elija, le quiero hacer un regalo, para que el día de su boda sea la novia más guapa. Con esos me conformo.
Y dicho esto, se fue a visitar a las almejas de río.
–Por favor almejitas, ¿me podéis dar doce perlas para hacerle un collar a la princesa Atis? Yo, a cambio, me zambulliré y os limpiaré las conchas, allá donde vosotras no llegáis.
–Las almejas, complacidas por el trato, le dijeron que aceptaban. Ellas, al no tener manos, no llegaban a limpiarse la concha.
A continuación, Pedro se fue a buscar a su amigo Pico, el pájaro carpintero.
–Hola Pico, necesito que me fabriques la caja más bonita que nadie pueda imaginar. En ella meteré un collar de perlas que voy a regalar a la princesa Atis.
–Umm –El pájaro carpintero se quedó pensativo –Ya sé como la voy a hacer. Haré la caja con madera de cedro y tú me conseguirás los adornos del fondo del río.
–¡Bien! Exclamó Pedro.
–Me tienes que traer seis piedras de color blanco, bien redonditas. Cada una irá en un lado de la caja. También me traerás nácar de las conchas de las almejas. En el fondo del río se pueden encontrar algunos fragmentos.
Sin perder un solo momento, Pedro se zambulló en el agua. Fue buscando y poco a poco, consiguió el encargo de su amigo el carpintero.
Pico, que conocía muy bien su oficio, montó la caja y la adornó con las piedras y el nácar.
–Ha quedado preciosas, amigo Pico.
–Que tengas suerte compañero.
Y muy contento, se fue a donde estaban las almejas para que le entregasen las perlas que habían unido con hilo de alga para formar el más precioso de los collares.
Feliz, se fue silbando en dirección al río donde vivía la princesa. Voló, voló y voló, hasta que sus fuerzas empezaron a agotarse, pues, la caja, era muy pesada. Así que decidió parar junto a un sauce, que mecía sus hojas al paso del agua. Bebió un poco y una voz le dijo:
–Hola Pedro, ¿dónde vas tan cargado? –Era Corax, el cuervo, que tomando el sol sobre una gran roca, lo había visto llegar y no podía contener la curiosidad de saber que llevaba en aquella caja tan bien decorada.
–Voy a llevar un regalo a la princesa Atis –Contestó Pedro, abriendo la caja para que Corax pudiese contemplar el collar. –Creo que no habrá un regalo tan valioso como éste.
El cuervo quedó impresionado ante tanta belleza y pensó en como podría quitarle el collar para ser él quien se lo regalase a la princesa para llegar a ser el rey del río.
–Como pareces cansado, si te parece bien, puedes dormir un ratito. Yo vigilaré tu caja hasta que despiertes.
Pedro, que era muy bueno y confiado, no se dio cuenta de lo que tramaba el cuervo y aceptó encantado. Cuando cerró los ojos, Corax abrió la caja y sacó el collar. En su lugar colocó doce piedras para que Pedro no se diese cuenta.
Al cabo de un rato, nuestro amigo despertó, cogió la caja, ahora llena de piedras y dándole las gracias al cuervo, se marchó a su casa para vestirse con las plumas apropiadas. El cuervo, con media sonrisa, también se dispuso para el gran acontecimiento.
La princesa Atis, solía recorrer el río disfrazada de gorrión para enterarse de los problemas de sus súbditos. En su paseo, se encontró con el cuervo y al verlo tan elegante, le preguntó que a donde iba.
–Voy a casarme con la princesa Atis. –Le respondió el cuervo.
–Muy seguro estás ¿no? –le preguntó la princesa.
–La verdad es que sí –respondió –Tengo el regalo más bonito que se le puede hacer a una princesa, así que me tendrá que escoger a mí. Entonces seré el rey del río.
–Por tus palabras veo que la princesa no te importa nada –preguntó Atis.
–La verdad es que no. Yo sólo quiero ser algún día el rey del río y que todos estén a mi servicio.
–Y, ¿se puede saber que le vas a regalar?
–Le regalaré este collar de perlas.
La princesa quedó fascinada al verlas. Realmente era el regalo más bonito que había visto en su vida. Disimulando su alegría para no ser descubierta, le preguntó –¿Cómo has conseguido tan precioso collar? Debe de haberte costado mucho dinero.
–¡Qué va! –Fanfarroneó el cuervo mientras esbozaba una sonrisa –Se lo quité a Pedro, el martín pescador. El pobre, cuando se presente ante la princesa y abra su caja, verá que está llena de piedras. ¡Hará el ridículo!
La princesa comprendió que el cuervo no era bueno y que había sido capaz de robar por conseguir algún día ser el rey del río. Se despidió y se marchó para recibir a sus pretendientes.
Muchas aves pasaron mostrando sus regalos. Ruiseñores, currucas, carriceros, lavanderas… y nuestro querido Pedro, esperaban nerviosos. Cuando llegó el turno del cuervo, mostró su regalo y todos quedaron maravillados.
–¡Está claro que seré yo quien se case con la princesa! –Exclamó mientras reía a carcajadas.
–Bueno, aún queda Pedro, el martín, por mostrar su regalo. ¿Quién sabe? A lo mejor supera al tuyo.
El cuervo pensó, que aquello era imposible, y esbozó una malévola sonrisa.
Pedro, que se había dado cuenta del engaño, abrió su caja muy apenado, dejando ver las piedras del río. Entonces, la princesa Atis aplaudió con alegría.
–¡Oh! Padre, éste es el regalo que más me ha gustado.
Todos la miraron con asombro.
–Pero hija, si sólo son piedras –Le contestó el rey Alcedo.
–Me refiero a la caja, padre. En la vida he visto nada creado con tanta belleza. Es preciosa. En ella podré guardar mis cosas más preciadas. Además, los cuervos tienen fama de robar las cosas que brillan. A saber a quién le habrá robado el collar.
–Pues tienes razón hija mía –Dijo el Rey –Pedro será el que se case contigo y Corax, el cuervo, será desterrado de los ríos y arroyos. A partir de ahora vivirá en los páramos, lejos de las aves de bien.
Pedro y Atis, celebraron su boda y vivieron felices por el resto de sus vidas.
Si te ha gustado, recuerda que Explora Natura tiene más para tí de esta edición dedicada a los peques de la casa, en los próximos días.
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